La torrija es uno de los postres más antiguos que se conoce.
Consiste en una rebanada de pan (habitualmente de varios días atrás) que es
empapada en leche, almíbar o vino y, tras ser rebozada en huevo, se fríe en
aceite.
La primera referencia que tenemos de una receta parecida
está en la obra de Apicio. Durante los siglos IV y V este gastrónomo romano se
dedicó a compilar en un libro diferentes recetas latinas, entre ellas este
postre. En su versión, la rebanada de pan se sumergía únicamente en leche y no
se hacía mención el huevo.
No fue hasta el siglo XV cuando aparecen las primeras
torrijas tal y como las conocemos ahora, con leche y huevo. Curiosamente, según
cuentan los escritos, allá por el año 1600 la receta era utilizada para aliviar
a las parturientas a dar a luz y a favorecer su recuperación postparto.
Su asociación con la Cuaresma y la Semana vino tiempo
después, aunque no se sabe exactamente cuándo ni por qué. Los expertos piensan
que se debía a la necesidad de aprovechar el pan sobrante durante el tiempo en
que no se podía comer carne. También a la capacidad de este alimento para
llenar el estómago sin ofender las creencias.
Las hay por toda España, pero hay que destacar las de la
pastelería Venecia (Madrid), las del restaurante La Bóveda de Burgos (primer
premio a la mejor torrija tradicional del V Concurso Nacional de Torrijas)
y la de la pastelería Milhojas de León (segundo premio). Sin olvidar la de
Latasia, recientemente elegida como la mejor torrija tradicional.
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