El origen de dicho cambio, se remonta a 1784 y a Benjamin Franklin. Cuando era embajador de Estados Unidos en Francia y en esa misma fecha, decidió enviar una carta al diario Le Journal de París, en la que proponía algunas medidas para el ahorro energético. Estas medidas fueron: imponer unos impuestos a las personas cuyas contraventanas impidiesen la entrada de luz a sus habitaciones, regular el consumo de cera y velas, y hacer repicar las campanas de la iglesia al amanecer para que todo el mundo se levantase a la misma hora.
Las
medidas del embajador no se tomaron muy en serio, en un principio. Más
adelante, fueron retomándose y evolucionando hasta llegar a la conclusión de
que lo más conveniente era el cambio de hora.
Otro dato histórico: La primera vez que se aplicó fue
durante la I Guerra Mundial. Luego se dejó a un lado, reanudando su uso en
1973, a partir de la Crisis del Petróleo.
El motivo de tener dos horarios diferentes no es otro que el
ahorro de energía, haciendo menos uso de la electricidad y aprovechando al
máximo la luz solar.
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